En la isla de Porto Santo encontramos un refugio dorado y azul, un lugar donde todo sucede a un ritmo tranquilo, invitando a la relajación y la relajación.
En medio del Océano Atlántico, de 11 km de largo y 6 km de ancho, Porto Santo ha sido apodado durante mucho tiempo la Isla Dorada, debido a su extensa y fantástica playa de 9 km de arena fina y sedosa bañada en aguas turquesas. El clima de Porto Santo, moderado durante todo el año y con una temperatura del mar que varía de 17ºC a 22ºC, hace que esta isla nunca pierda su encanto, incluso en los meses de invierno.
Aunque pequeña, la capital de la isla, Vila Baleira, tiene sus atractivos. La ciudad se centra en su plaza principal, alrededor de Largo do Pelourinho y los Jardines do Infante. Las calles bordeadas de palmeras y buganvillas son ideales para paseos agradables y relajantes. Los restaurantes abundan, por lo que tenemos muchas oportunidades para probar las especialidades de la isla: brocheta de vaca a la parrilla con palitos de laurel rociados con mantequilla de ajo, o el famoso bolo do caco, el pan con camote que también se sirve con mantequilla ajo. Un paseo por el muelle nos permite ver artesanías, hechas con materias primas locales como conchas, hojas de palma, juncos y arcilla. Para un toque de historia y cultura, además de la casa museo de Cristóbal Colón, los hermosos paneles de azulejos de la cercana Iglesia del siglo XVII de Nossa Senhora da Piedade merecen una visita.
Pero la tarjeta de presentación de Porto Santo es, sin duda, su playa. Con una reputación de tener poderes curativos, las arenas y las aguas son ricas en yodo, calcio y magnesio, lo que las hace muy beneficiosas para el tratamiento del reumatismo y las enfermedades óseas.